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Tengo arrugas.
Me miré al espejo y descubrí que tenía muchas arrugas alrededor de los ojos, en la boca, en la frente.
Tengo arrugas porque he tenido amigos, y nos hemos reído, nos hemos reído mucho, hasta las lágrimas.
Y he conocido el amor, que me ha hecho escurrir los ojos de alegría.
Tengo arrugas porque he tenido hijos, y he estado preocupada por ellos desde la concepción, y he sonrisa a cada uno de sus nuevos descubrimientos y he pasado noches en vigilia.
Y luego lloré.
He llorado por la gente que he amado y que se han ido, por poco tiempo o para siempre o sin saber por qué.
He cuidado, he pasado horas sin dormir para proyectos que han ido bien, se han ido mal, nunca partidos, por la fiebre de los niños, para leer un libro o hacer el amor.
He visto lugares maravillosos, nuevos, que me han hecho abrir la boca asombrada, y he revisado los lugares antiguos, antiguos, que me hicieron llorar.
Dentro de cada surco en mi cara, en mi cuerpo, se esconde mi historia, las emociones que he vivido, mi belleza más íntima, y si cancelo esto, me borraría a mí misma.
Cada arruga es una anécdota de mi vida, un latido de mi corazón, es el álbum de fotos de mis recuerdos más importantes.
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