BENDITO SEA MI CUERPO
El cuerpo, mi cuerpo, es lo mejor que me ha pasado. Todo lo que me sucede y lo que hago es a través de él: el placer, el dolor, la risa, el calor, el frío, escribir, ver, disfrutar, comer, amar, dormir.
Mi vida sucede en mi cuerpo, mi mente es mi cuerpo, mi espíritu está en mi cuerpo, mi alma se une a mi cuerpo, mi creatividad sale de mi cuerpo. Nada más por eso lo adoro, si pudiera agarrarlo todo a besos lo haría: mi cuerpo me dice que estoy viva y cómo es la vida que llevo. Y todo esto lo digo y escribo con el corazón, aquí, frente a la máquina, porque si me paro frente al espejo la cosa es otra: mi cara es, los poros abiertos y la espinilla que presiono; mi busto quiere ver hacia abajo; mi panza es una bola contenida; la piernas están aguadas, la celulitis y...
Mi cuerpo es toda esa grandiosidad que he escrito, también el tuyo, pero el espejo frío no es la herramienta que necesito para verlo. Si mis piernas me sostienen todo el día, son fuertes y firmes (aunque el gordo del muslo se agite cuando camino). Si mis pies me llevan a donde quiero, están preciosos (a pesar del talón seco y los dedos chuecos). Si mis ojos me permiten ver las letras que escribo, son una bendición (aún con las arrugas). Si mis manos me permiten tocar el cuerpo de mi amado, acariciar a mi perro y hacer de comer, son divinas (con todo y padrastros).
Para valorar mi cuerpo necesito verlo como si fuera el más querido de mis hijos, que es precioso aunque orejón. Mi cuerpo es mi hijo y yo lo adoro como su madre que soy: lo cuido, lo quiero, lo acepto, lo cultivo, lo mejoro, lo perdono. El espejo me dice lo que ven los otros, los que no me quieren, pero no me dice cómo soy. Así que en el espejo del baño de mi casa, que es el que me conoce sin ropa y con mascarilla, puse un par de corazones rojos de cartoncillo (como esos que decoran los salones de clase el día de san Valentín) para que la imagen que me devuelva sea amorosa. No sabes qué bien funciona, porque claro que me sigue señalando el acné y las estrías, pero también me dice la maravilla que soy.
Esos corazones, por la humedad del baño y el tiempo, tengo que reemplazarlos a cada rato, porque si el amor con que me miro no se renueva, queda descolorido y arrugado. Salgo de ese cuarto cada mañana dispuestísima a la vida, sabiendo que soy este cuerpo sano e imperfecto. Reconociéndome así soy capaz de ser creativa y hacer muchas cosas imperfectas, sanas y bellas. La creatividad no es perfecta, sólo es creativa.
Yo, producto de la creación divina, soy buen ejemplo de ello.